Gulf Pine Catholic

6 Gulf Pine Catholic • March 1, 2024 POR EL OBISPO LOUIS F. KIHNEMAN III Obispo de Biloxi “El que lleve la llaga de la lepra tendrá sus vestidos rasgados y su cabeza descubierta, y cubrirá su barba; gritará: “¡Inmundo, inmun- do!” (Levítico 13: 45) El Libro de Levítico describe cómo, en la época del Antiguo Testamento, se trataba a un leproso o a una persona que padecía cualquier tipo de enfermedad de la piel. Hay muchos det- alles para determinar quién estaba “limpio” y quién era “inmundo”. Los “inmundos” fueron excluidos de la comunidad y esa exclusión total podría ser peor para el individuo que la lepra misma. La persona era separada del resto de su familia y comunidad y tenía que anunciarse como “inmunda” a cualquiera que se acercara. Tuvimos una pequeña muestra de cómo eran los primeros días de la pandemia de Covid-19, cuando nuestro estado, nuestro país y la mayor parte del mundo entraron en “bloqueo”. Ni siqui- era podíamos asistir a Misa como comunidad. Nos dio una breve visión de lo que enfrentaban en su vida cotidiana aquellos que padecían la llaga de la lepra. Ahora, la enfermedad de Hansen, que es la enfermedad de la lepra, si se detecta a tiempo, puede curarse por completo. Sin embargo, en aquellos días fue una verdadera tragedia para la persona. Fue motivo de tremendo dolor para ellos y sus familias. En el evangelio de Marcos (Mc 1,40-45) , un leproso viene a Jesús. Se suponía que el leproso debía per- manecer a distancia y tocar una campana o gritar para indicar que estaba impuro, pero tenía fe en que Jesús podía sanarlo. Vino y se arrodilló delante de Jesús y le suplicó: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. Jesús respondió haciendo algo que iba en contra de las enseñanzas de Levítico. Tocó al leproso, lo que con- stituyó una grave ofensa a la tradición judía porque se estaba abriendo a la lepra y habría sido considerado “inmundo”. Jesús tocó al leproso con gran compasión. Movido a compasión, extendió la mano, lo tocó y le dijo: “Yo quiero. Quedad limpios”. La lepra lo abandonó inmediatamente y quedó limpio” (Marcos 1:41-42) . Esto es sorprendente y plantea una pregunta para Obispo Kihne man cada uno de nosotros: ¿Crees que el Señor puede hacer eso por ti ahora mismo? ¿Crees que el Señor puede tocarte y traerte sanidad? Tengo un ejercicio de oración que hago regular- mente y te animo a que lo pruebes. Mientras ora, colo- que las palmas hacia arriba sobre su regazo. Puedes cerrar los ojos, pero no es necesario. Le pedirás al Señor que te traiga limpieza y sanidad en tres ocasiones diferentes. Primero, ora por la limpieza y sanación de tu corazón. Cualquier cosa que esté pasando en tu corazón en ese momento, tráelo al Señor y ofréceselo. Si tienes problemas dentro de la familia, llévaselo. Si tienes difi- cultades en tu fe, tráelos a Él. Si tienes dificultades con tu trabajo, tráelos a Él. Si tienes dificultades en la fe, en la confianza en Dios, tráelo a Él. En este momento, tráelo todo y pregúntale: “Si quieres, puedes limpi- arme”. Tómate un momento para permitir que Su toque entre en cualquier parte de tu corazón que necesite sanidad y permite que el Señor diga: “Yo lo deseo. Quedad limpios”. Luego, oramos por nuestra mente y nuestro cuerpo. Recuerda cualquier cosa que necesites curación para la mente y el cuerpo: cualquier pensamiento que tengamos, cualquier pecado en el que hayamos caído, cualquier cosa que nos haya causado dudas, depresión, ira, frustración o falta de paciencia, digámosle en privado. , “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. A su vez, escuchemos a Él decirnos con Su toque sanador: “Yo lo quiero. Quedad limpios”. Tómate un momento para dejar que Él te toque con Su cura- ción. La tercera oración es la oración del espíritu. Si necesitas una gracia especial en tu vida en este momento, si necesitamos Su toque para levantar nuestro espíritu y llenarnos con la gracia que necesitamos, ya sea sabiduría o entendimiento, conocimiento o consejo, valor, piedad, temor del Señor, o cualquiera de los Dones del Espíritu, ore por estos dones y la curación de nuestro espíritu. Si has sido herido en espíritu de alguna manera, dile nuevamente: “Señor, si quieres, puedes lim- piarme”. Luego, deja que Él toque y traiga sani- dad a tu espíritu y, de manera especial, escúchalo decirnos: “Yo quiero. Sé limpio”. La compasión de nuestro Señor por el leproso es la misma compasión que el Señor tiene por cada uno de nosotros cuando nos acercamos a Él y buscamos su curación y perdón, y Su compa- sión se ofrece a cada uno de nosotros cuando participamos en el Santo Sacrificio de la Misa. Recuerde mientras ora para que el toque sanador del Señor llegue a nuestra mente, nuestro cuerpo, nuestro corazón y nuestro espíritu, para ofrecer oraciones sin- ceras de alabanza y acción de gracias. Y cuando nos acercamos al Altar para recibir el cuerpo y la sangre de Jesús, es un momento en el que Jesús se vuelve uno con nosotros en nuestro cuerpo y sangre y nosotros nos volvemos uno con Jesús en Su cuerpo y sangre. Él nos toca y nosotros lo tocamos, y cuando nos acercamos a Él con franqueza, le permitimos obrar dentro de nosotros y traernos limpieza, sanación y paz. Oremos por la gracia de esa apertura cada vez que recibimos el cuerpo y la sangre de Cristo en el Santísimo Sacrificio de la Eucaristía. “Señor, si quieres, puedes limpiarme” Pray for vocations to the priesthood and religious life in the Diocese of Biloxi by visiting www.invisiblemonastery.com

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