Gulf Pine Catholic
8 Gulf Pine Catholic • October 11, 2024 POR EL OBISPO LOUIS F. KIHNEMAN III Obispo de Biloxi Del 24 al 29 de septiembre, el Obispo Joseph Kopacz, de Jackson, y yo viajamos a la Misión de San Miguel en Saltillo, México. Nos acompañó Monseñor Michael Flannery, un sacerdote jubilado de la Diócesis de Jackson, que sirvió en el Perpetuo Socorro (Nuestra Señora del Perpetuo Socorro) en Saltillo de 1971 a 1974 con el Padre Patrick Quinn. Como explica Monseñor Flannery en su historia de la Misión de Saltillo, el Obispo Joseph Brunini adoptó una misión en Saltillo, México, en respuesta a un llamado del Papa Pablo VI a todos los obispos del mundo para que enviaran sacerdotes a América Latina. El Padre Quinn fue presentado al Obispo Luis Guizar y Barragán para su asignación y fue designado como párroco de la Iglesia del Perpetuo Socorro, ubicada en la ciudad de Saltillo el 1 de julio de 1969. Antes de eso, el Padre Quinn residió en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en Saltillo, durante seis meses mientras aprendía español. En el momento de su nombramiento, la población de Saltillo era de 200.000 habitantes. La ciudad se ha cuadriplicado en tamaño y ahora tiene más de 800.000 habitantes. El Padre Quinn sirvió en Saltillo hasta su prema- tura muerte en 1997. En 1998, el Obispo Francisco Villalobos creó San Miguel como parroquia y nom- bró a Monseñor Michael Thornton, sacerdote de la Diócesis de Biloxi, como párroco de la nueva mis- ión. Monseñor Thornton murió el año pasado, pero sin duda estuvo con nosotros en espíritu durante nuestra visita, que coincidió con la Fiesta de San Miguel. Mis visitas a Saltillo son siempre muy especiales. Mi primer encargo como sacerdote recién ordenado en 1977 fue como vicario parroquial de la parroquia de San Isidro Labrador en Arteaga, México, que está a unos 20 minutos en coche de Saltillo, y fui llamado a ministrar en las misiones de Saltillo. Mis visitas a Saltillo siempre despiertan recuerdos maravillosos. Este año pude visitar a una pareja de la que fui padri- no de uno de sus hijos. Tuvimos la bendición de poder pasar la semana visitando numerosos ranchos donde administramos los sacramentos de la Confirmación a 31 jóvenes y la Primera Comunión a 11 niños. Muchas de las celebraciones comienzan como una peregrinación de una iglesia de la misión a otra donde se celebra la Misa. Un viaje en particular comenzó en la iglesia de la misión de San Pedro. El obispo Kopacz, el padre David, el padre Miguel y yo estábamos vestidos, viajando en un sofá en un camión de plataforma que tiraba de otro camión de plataforma. Los candidatos a la Confirmación también formaban parte del des- file. Mientras avanzábamos por caminos agrícolas y caminos junto al cauce de un río y llegábamos a un cañón, las bocinas sonaban y la gente salía de sus casas para saludarnos o para subir a sus autos y camionetas para unirse a nosotros en nuestro cami- Obispo Kihne man no. ¡Fue todo un desfile! Varias horas después, cuan- do llegamos a la iglesia de la misión de Tanque de Cerro, concelebramos una hermosa Misa de Confirmación al aire libre porque la multitud era muy grande. Fue un placer participar en la alegría de la gente, la celebración de la misa y las festividades. Fue alentador ver a tantos jóvenes participando en las diversas celebraciones. Durante la semana, el obispo Kopacz y yo nos reunimos con represen- tantes de diferentes ministerios en la parroquia de San Miguel, incluidos miembros del consejo pasto- ral, el coro y los catequistas. Al hablar con estos hombres y mujeres, es evidente que enfrentan muchos de los mismos desafíos que enfrentamos nosotros en la diócesis de Biloxi en lo que respecta a la evangelización y la participación de los jóvenes. Tienen catequistas dedicados en cada una de las capillas y ranchos, así como en la iglesia principal de San Miguel. La parroquia de San Miguel está en las afueras de Saltillo, pero aún en la ciudad. Compartieron que puede ser un desafío lograr que los jóvenes asistan a las clases de religión debido a las distracciones que enfrentan con sus compañeros en la escuela, los deportes, los teléfonos celulares e Internet. (¿Les suena familiar?) Obtener el apoyo de los padres a veces es parte del desafío. En las misiones y ranchos hay un mayor sentido de intimidad ya que todos se conocen y pueden ejercer un mayor nivel de influencia entre sí. En las misiones y ranchos, varios jóvenes no solo asisten a clases de educación religiosa, sino que se han convertido en catequistas, lo cual es maravilloso de ver. Los catequistas están dedicados a su ministe- rio. Tuvimos alrededor de 40 catequistas de algunas, pero no de todas las capillas de la ciudad y los ran- chos que participaron en la discusión, una señal muy alentadora. Es muy alentador. Los miembros del consejo pastoral están toman- do algunas decisiones muy importantes sobre la mejor manera de asignar recursos e identificar pri- oridades que permitan que la Iglesia siga creciendo y floreciendo. También nos reunimos con directores de coros, incluidos coros de jóvenes. Están enfrentando desafíos similares en el sentido de que algunos de los padres no los apoyan. Los directores de coros mencionaron que tienen un desafío para reclutar niños y lograr que se presenten. Compartieron que los jóvenes que participan plenamente están com- prometidos a dar su tiempo y sus talentos para com- partir el Evangelio a través del canto. Aunque enfrentan algunos de los mismos desafíos que nosotros, la fe está muy viva en las capillas de la ciudad y en los ranchos. Gran parte de esto fue ini- ciado inicialmente por el buen ministerio del Padre Patrick Quinn y con el apoyo de las Diócesis de Jackson y Biloxi. De nuestra propia diócesis, además de Monseñor Michael Thornton, el Padre Louis Lohan y el Padre Paddy Mockler han servido en nuestra misión de Saltillo. La parroquia de San Miguel tiene la gran suerte de contar actualmente con dos sacerdotes, el padre David Martínez y el padre Miguel Ángel Sifuente, que trabajan muy bien juntos en el ministerio de las capillas y los ranchos. La vitalidad de la fe que comenzó con el padre Quinn continúa hoy gracias a las buenas obras y el ministerio de los sacerdotes, las hermanas religiosas y la gente misma, que siguen construyendo sobre esa base firme que fue establecida por la gente de Mississippi, que tan generosamente dio su tiempo, talentos y dinero. Nuestro apoyo continuo es crucial para su ministerio en la parroquia de San Miguel y en los ranchos de la periferia. Visitar los ranchos implica mucho desgaste en los vehículos que viajan por estos caminos a menudo rocosos, ¡lo cual puedo verificar! La combinación de gasolina y manten- imiento del vehículo es muy cara. El ministerio que continuamos en la misión de Saltillo es lo que los Santos Padres nos han pedido que hagamos: ¡ser discípulos misioneros, salir y compartir la Buena Nueva de Jesucristo! Saltillo 2024
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